Valores democrático: el mejor legado de un ex presidente

La muerte de Alfonsín y la movilización espontánea de miles de personas de diferentes partidos obligan a las fuerzas políticas de nuestro país a realizar una lectura sobre los valores que dejó como legado el “padre de la democracia”, y que hoy parecen no abundar entre la clase dirigente.

Podrán existir innumerables posiciones a favor y en contra de las decisiones adoptadas por el ex presidente, pero sin lugar a dudas alzó en lo más alto las banderas de la democracia y la libertad. Su figura encarnó además virtudes hoy desaparecidas como lo son el respeto, la honestidad y la construcción a través del diálogo.

Hacía tiempo que la ciudadanía no sentía la necesidad de demostrar su afecto a un político y, precisamente, la lejanía de los años fue la que permitió hacer una revisión sobre la presidencia de un hombre que debió cargar con el fin de la dictadura más siniestra de la historia Argentina.

Por aquel entonces, la democracia y sus instituciones estaban realmente frágiles. El poder de las fuerzas armadas estaba intacto y el país permaneció por algunos años rodeado por naciones que continuaban bajo gobiernos de facto.

Las ilusiones del pueblo estaban depositadas en la vuelta de una democracia añorada, que haga justicia con aquellos interminables años de tortura, muerte y desapariciones.

Alfonsín afrontó a los militares de un modo que ningún país latinoamericano ni del mundo se animó: fue el único presidente que enjuició a los ex comandantes, dejando sin efecto la autoamnistía firmada por la propia junta antes de dejar el gobierno. E incluso lo hizo en un contexto en el que existían posibilidades de un nuevo levantamiento militar.

Desde su asunción instaló la temática de los Derechos Humanos, creando el 15 de diciembre de 1985 la CONADEP (Comisión Nacional sobre los Derechos Humanos) para investigar los crímenes cometidos por las tres juntas.

Como muestra representativa de su política basada en la negociación, solucionó el conflicto por el canal de Beagle con Chile, una disputa que tenía más de dos tercios de siglo y que casi disparó un enfrentamiento armado.

Tampoco hay que olvidar otro acuerdo de gran importancia que perdura en nuestros días: el MERCOSUR.

Precisamente, su política siempre privilegió el diálogo, la democracia y las instituciones. Y este valor es el que orientó sus decisiones políticas más cuestionadas, que él mismo calificó como dolorosas y que seguramente las mantuvo vivas en su memoria hasta el último día de su vida.

El gobierno de Alfonsín protagonizó tres levantamientos militares y un copamiento de la guerrilla al mando de Gorriarán Merlo.

Los militares se resistían a ser juzgados y estaban dispuestos a socavar las instituciones para ello. El anhelo de todo el pueblo era hacer justicia, pero Alfonsín decidió que “la democracia de los argentinos no se negociaba”. Las consecuencias fueron primero la ley de punto final y luego la de obediencia debida, que permitieron la absolución de los militares de rango intermedio y menor por presumir que habían cumplido órdenes.

Pueden existir muchas críticas sobre estos acontecimientos, pero la lejanía de los años hizo que muchas personas, que en su momento se opusieron, reflexionaran sobre este hecho de manera diferente, considerando que fue una decisión entendible frente a las circunstancias de la época. En aquel momento optó ir él mismo a Campo de Mayo; evitó así un enfrentamiento civil privilegiando la continuidad de las instituciones. Los resultados son evidentes: 25 años de democracia.

La hiperinflación fue otra realidad que golpeó a los argentinos. Pero a la distancia y luego de unos cuantos gobierno, también podemos observar que fue el único presidente que intentó realizar un plan económico propio anteponiéndose a los programas neoliberales impuestos desde afuera.

Como consecuencia fue jaqueado desde todos los sectores industriales y corporativos. Recibió además ocho paros generales de la CGT –durante la dictadura no hubo ninguno–, y los sectores de la oposición hicieron su parte.

El golpe económico apresuró el fin de su mandato. Prefirió entregar el poder seis meses porque creía que era lo mejor para los argentinos.

Los años de Alfonsín en la presidencia y su trayectoria política quedaron plasmados en su despedida. Sectores a favor y en contra rindieron homenaje a su figura. Seguramente las opiniones adversas sigan en pie, pero todos decidieron engrandecer a un hombre que no tuvo ningún tipo de enriquecimiento ni juicio por sus actuaciones, y que siempre actuó con convicción y altos valores que hoy parecen desaparecidos en la clase política.

El desafío para los dirigentes será leer el mensaje que la sociedad volvió a dejar en las calles.

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